jueves, 1 de agosto de 2013

La necesidad de seguridad

La gran necesidad de felicidad se traduce en necesidades psicológicas que percibimos como apetitos, emociones, sentimientos e ideas. Entre ellas la más básica es la de seguridad. Se trata de la búsqueda interior de estabilidad, de un escenario que no cambie en lo esencial. Necesitamos que algunas cosas permanezcan siempre las mismas a pesar de sus variaciones externas: un trabajo fijo, un hogar sólido, lealtad, confianza, amistades incondicionales, una posición económica y social que nos permita una estabilidad que percibimos como indispensable para desarrollarnos. Necesitamos de lo previsible. Es imposible ser feliz en un mundo absolutamente cambiante y sin reglas. Es imposible lograr un estado de equilibrio en un mundo lleno de riesgos y peligros sin control alguno. 

Como ya dijimos en un post anterior la necesidad no es algo que se pueda discutir o transformar, simplemente está ahí. El problema es el satisfactor que buscamos para ella. Así, cuando uno (consciente o inconscientemente) trata de satisfacer su necesidad de seguridad sin considerar la gran necesidad de felicidad y todo lo que implica de apertura a la realidad, tiende a buscar refugio, a encerrarse en un subjetivismo que le permita una ilusión de control desmedido. 

La contracara y el síntoma más claro de la deformación de esta necesidad es el miedo. Un miedo que se produce por que la consciencia experimenta el conflicto entre el deseo natural de felicidad y la satisfacción inmediata de la necesidad de seguridad. La persona se da cuenta de que, al olvidar su necesidad primigenia de felicidad, ha puesto su seguridad en cosas que son en realidad muy inseguras e insuficientes: el goce desmedido de algún placer, la posesión de algún afecto, dinero o fama, el ejercicio desordenado de algún poder que nos genere sensación de dominio sobre nosotros mismos, sobre los demás o sobre la realidad entera. 

Siendo básica, la necesidad de seguridad es una gran fuente de motivación si se inserta en el marco más amplio de la felicidad, si se modera con las demás necesidades y se ordena de cara a la realización de la persona. 

En el mundo de los negocios, cuando el empresario busca la seguridad en satisfactores insuficientes (Lo que Luis María Huete con una intuición sencilla y certera llama "fast food emocional"), la empresa fracasa por exceso de orden y falta de riesgo, se estanca y los cambios la dejan fuera de carrera. Así que, amigos empresarios, tengan cuidado de que su seguridad no esté puesta donde no se sostiene, modérenla de cara a la felicidad y busquen el riesgo prudente que viene de otra gran necesidad: la variedad, cosa que veremos en el próximo post.
 

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